Dar la vuelta al mundo en solitario siempre ha sido el sueño de la infancia de Édouard De Keyser, un sueño que tomó forma cuando tenía siete años, pasando sus vacaciones en Bretaña y navegando durante dos meses. «Mis padres estaban separados, pero ambos iban a Francia. Pasaba todas mis vacaciones allí. Navegar para mí era pura libertad: tener los pies en el agua, ser empujado por el viento, conocer a otros marineros, durante dos meses al año. Era la época de la Whitbread, de Tabarly, y muchos otros grandes navegantes. Estaba fascinado por este mundo. Cuando comencé la universidad, tuve un poco más de libertad y empecé a participar en regatas de altura, como por ejemplo la Mini Transat, la Fastnet, y otras. Estaba completamente enganchado».
Cuando Édouard se enteró del Global Solo Challenge (GSC), empezó a buscar un barco con el que inscribirse y es así que descubrió el barco de 34 pies, hecho de madera y resina epoxi, construido por Jacques Riguidel. Después de dar una vuelta al mundo en solitario, Riguidel tenía la ambición de repetir la hazaña, pero en la dirección contraria a los vientos predominantes. Desafortunadamente, no pudo realizar su sueño debido a problemas severos de espalda. En 2022, el barco estaba en Nieuport, Bélgica, en manos de un belga llamado André Robberecht que lo había re-adquirido también con la intención de dar una vuelta al mundo en solitario. Pero, a los 77 años, sintió que era demasiado viejo para tal empresa. «En una semana, vi el barco, conocí a André, y lo compré…», nos cuenta De Keyser.
SolarWind 34′, un prototipo diseñado por el arquitecto naval francés David Reard, conocido por diseñar una serie de barcos de crucero llamados Bepox y un fanático del kitesurf, conquistó el corazón de Édouard a primera vista. Riguidel había encargado a Reard que diseñara este barco, que para Édouard «es perfecto para participar en el Global Solo Challenge».
El arquitecto naval eligió madera y resina epoxi como materiales de construcción, desarrollando una técnica donde los pedazos de madera se unen usando un pegamento epoxi, cuya consistencia se modifica según la resistencia requerida, para unir las diversas partes del casco. La madera, un material que ha fascinado a Édouard desde principios de los ’90, trae recuerdos del tiempo en que construyó un ‘Pram’ utilizando la misma técnica. El ‘Pram’ es un tipo de barco diseñado por el arquitecto naval Youri Guedj (BOW studio) ideal para navegar por pequeños mares y rutas fluviales internas, destinado a excursiones náuticas y regatas en solitario de monotipos. «Siempre he soñado con un barco de madera. Cuando vi este barco, me impresionó la solidez y fiabilidad de su construcción. Sus formas me recuerdan a los Minis de finales de los ’90 – principios de los 2000, caracterizados por soluciones ingeniosas. Con un calado profundo, un bulbo pesado, un botalón, y un casco no excesivamente ancho que, sin embargo, se ensancha armoniosamente hacia la popa, inmediatamente pensé que con SolarWind podría cumplir mi sueño de dar la vuelta al mundo».

El mástil de aluminio de 14 metros de longitud dispone de escalones integrados en caso de que sea necesario subir a la cima del mástil para solucionar un problema, un componente adicional diseñado especialmente para la navegación en aguas turbulentas. El barco tiene una increíble rigidez y firmeza al navegar, además de una muy buena estabilidad de rumbo. La madera tratada con resina epoxi hace que el casco sea sólido, fácil de reparar y lo suficientemente ligero. Es muy resistente, aunque tiene poca flexibilidad. El botalón de 1.20 metros no es ni demasiado largo ni demasiado imponente, lo que permite tener las velas de proa aptas para enfrentarse a una ruta de este tipo. «Estos barcos me recuerdan a los violines: cuando están bien afinados, cantan», comenta Édouard.
Al elegir las velas, el patón belga decidió mantener algunas de las originales, que no se habían utilizado mucho. «Cuando compré el barco, estaba casi listo para salir para el GSC. La vela mayor de 35 metros cuadrados estaba en perfecto estado. Para las velas que reemplacé, evité las fibras exóticas, apuntando a materiales lo más sostenibles posible». Cada detalle no solo nos esboza una visión técnica del SolarWind 34′ sino que revela la atención meticulosa y la profunda pasión que vinculan a Édouard con su barco.
El barco está equipado con una vela mayor de dacron, adecuadamente reforzada en las áreas de mayor estrés, acompañada de una trinqueta y un génova enrollable. La trinqueta, particularmente útil en condiciones de viento sostenido y mares agitados, ha demostrado ser esencial durante la navegación de Édouard, quien reportó un excelente rendimiento durante su travesía de clasificación de 2000 millas náutica en solitario, también con vientos portantes. El aparejo también incluye dos spinnakers simétricos y uno asimétrico, de tres tamaños: uno pequeño, ideal para navegar con vientos sostenidos usando el piloto automático, uno mediano, y uno grande. El Code Zero, que puede ser utilizado con hasta 20 nudos de viento, aumentará considerablemente la velocidad del barco en las ceñidas. Para completar el plan de velas, la asociación GoodPlanet ha donado un gennaker con enrollador a De Keyser.
El capitán belga no necesitó una gran reforma ni hacer cambios estructurales en su barco, que básicamente ya estaba listo para un viaje alrededor del mundo. Sin embargo, se centró en detalles importantes para hacer su viaje más seguro. Cuando adquirió el barco, las cajas de choque y los mamparos estancos ya cumplían con los requisitos del GSC. Todo parecía en orden, pero varias pruebas de mar lo llevaron a identificar la necesidad de una modificación significativa, particularmente con respecto a los timones.
«Los timones del barco, fijados a la popa con tres pasadores fijos, mostraban un signo preocupante de desgaste. A pesar de que el barco solo había navegado 15-20,000 millas, las bujes ya estaban notablemente desgastadas, creando un juego evidente. El problema estaba lejos de ser despreciable: en una distancia de 27,000 millas, como la de una vuelta al mundo, el reemplazo de las bujes en el mar se habría convertido en una necesidad ineludible. Además del desgaste normal, otra preocupación era el riesgo de colisión con un objeto flotante no identificado (UFO) que pudiera golpear el timón y también dañar la popa.
«Por lo tanto, con el apoyo de un ingeniero belga, concebí una solución. Nuestra sinergia llevó a la creación de timones basculantes. Si deseo levantarlos, la maniobra es bastante sencilla, simplificando así la reparación y reemplazo de las bujes. En caso de una colisión con un UFO, los pernos están diseñados para romperse, permitiendo que los timones se levanten, reduciendo así el daño. Invertí mucho tiempo en este diseño, considerándolo vital. No quería correr el riesgo de perder un timón al encontrar, por ejemplo, orcas en las costas españolas. Esta solución no es una simple modificación; más bien es el resultado de una reflexión cuidadosa sobre la seguridad y fiabilidad del barco. Una pequeña mejora, pensada en cada detalle, que podría marcar una gran diferencia durante una travesía tan desafiante.»

El barco ya contaba con una caseta que proporciona algo de protección y, después de navegar durante siete meses para conocer a fondo el barco y completar la travesía de calificación de 2000 millas en solitario, Édouard decidió que no era necesario realizar cambios o agregar una cubierta adicional. «La vida a bordo se lleva a cabo principalmente en el interior. Cuando el clima empeora, cierro la puerta estanca y me caliento. Desde el interior, tengo una vista de 360°: puedo observar las velas, el mar adelante, el piloto automático y la popa. No tengo una gran necesidad de salir al exterior. Si necesito trimar una vela, abro la puerta y la cierro en seguida detrás mío. Creo que este barco, fruto de la experiencia de Riguidel, es excelente en todos los aspectos».
En cuanto a la electrónica a bordo, aunque Riguidel ya había instalado dos pilotos automáticos, faltaban elementos como un windex, un anemómetro y un sistema de navegación centralizado. Además, por ejemplo, el GPS, que data de principios de la década de 2000, no integraba la cartografía. Por lo tanto, Édouard se aseguró de que a bordo hubiera la electrónica necesaria para la navegación, en cumplimiento con el reglamento del GSC, instalando la instrumentación de patrocinadores como Plaisance Diffusion y SailProof.
Por lo que concierne la gestión de energía y en línea con su objetivo de no usar combustibles fósiles durante esta aventura, Édouard se encontró con el problema de tener que resolver el tema del motor. De hecho, la organización del GSC requiere la presencia de un motor a bordo por razones de seguridad. No queriendo instalar un motor diésel en su barco, Édouard tuvo largas discusiones con el organizador Marco Nannini, encontrando finalmente una solución eléctrica. «El barco no tenía motor cuando lo compré. Aprendí a navegar a bordo del Glénans usando solo las velas y podría haberlo hecho con SolarWind que es muy maniobrable y bastante ligero. Pero respetando los requisitos del GSC, decidí instalar un pequeño motor eléctrico de 10 HP detrás de la quilla, con un grupo de baterías de fosfato de litio, que es mejor que el litio-ion en términos de duración, de 1000 amperios a 48V».
Édouard tuvo la oportunidad de colaborar con Wattuneed, una empresa belga especializada en la producción de paneles solares y baterías. Juntos, trabajaron extensivamente en el diseño de la propulsión eléctrica y el suministro de energía. Pensaron mucho en cómo asegurar suficiente autonomía durante la navegación y realizaron numerosas pruebas para determinar el mejor equilibrio entre rendimiento y eficiencia energética.
Además del motor eléctrico, Édouard optó por un hidrogenerador Watt And Sea, una tecnología reconocida como vanguardista y también utilizada en los barcos de la Vendée Globe. El entusiasmo por esta solución y por la colaboración con Wattuneed es evidente, ya que el barco tiene la capacidad de producir rápidamente 200-300 amperios, recargando el grupo de baterías de 12V y 48V en poco tiempo. Este enfoque, tanto innovador como ecológico, no solo muestra su compromiso con el medio ambiente, sino también su ingenio y determinación para encontrar soluciones que reflejen sus principios.
Para cocinar a bordo, Édouard eligió mantenerse fiel al espíritu de su proyecto, en línea con sus preocupaciones ecológicas: «No usaré gas para cocinar. Tengo una estufa de alcohol de origen biológico, hecha de madera. La probé y funciona muy bien. He cocinado de todo, incluso pan en una sartén de hierro fundido. Hice varias pruebas y se puede comer realmente bien».

Para el aprovisionamiento, Édouard ha estado colaborando con un nutricionista belga, que trabaja como consultor para la Agencia Espacial Europea, especializado en crear comidas para astronautas. Junto a él y con la ayuda de Evelyne, su esposa, diplomada en el sector de la hostelería, experimentaron con una tecnología llamada deshidratación, menos invasiva que la liofilización, que se utiliza a menudo para preservar los alimentos. «En lugar de recurrir a la liofilización, que utiliza presiones y temperaturas muy altas para deshidratar los alimentos, aquí trabajamos con temperaturas mucho más bajas y tiempos más largos. Así podemos producir alimentos que son al menos igual, sino más nutritivos. No estamos hablando de un proceso industrial, más bien de algo que también podemos hacer en casa».
Evelyne ha probado diferentes fórmulas. Édouard, aunque no excluye el uso de productos liofilizados, que son prácticos en condiciones dificiles, prefiere la deshidratación. Esta técnica permite preparar frutas, verduras, carne y pescado, así como platos precocidos. «Cocino como en casa, pero rehidrato la comida mientras cocino», concluye Édouard. Esta elección culinaria refleja una vez más la filosofía de Édouard, combinando innovación y sostenibilidad, al tiempo que garantiza una dieta saludable y equilibrada durante su vuelta al mundo.
En cuanto a la calefacción a bordo, Édouard ha pensado en soluciones ecológicas y sencillas, coherentes con todo el proyecto. Incluso las pequeñas cosas que se dan por sentadas en tierra se convierten en un desafío en el mar, especialmente en un espacio confinado como un barco de 34 pies. «La única forma de calentarme será quemar un poco de alcohol, colocando un ladrillo refractario en la estufa. He planeado esta solución de emergencia en caso de encontrarme con hipotermia y necesitar calor urgentemente. En el mismo espíritu, he pensado llevar una vieja bolsa de agua caliente. Si realmente sintiera frío, solo tendría que calentar una tetera de agua y llenar la bolsa.» Édouard también enfatiza en la importancia del calor corporal natural para calentar en un espacio confinado como su barco. «Mi barco no es muy grande y el espacio en el que viviré es bastante limitado. Así que reflexioné sobre cómo podría usar mejor el calor producido por mi cuerpo. Si podemos retener el calor que producimos, podemos crear una diferencia de temperatura significativa entre el interior y el exterior del barco».
Cuando se le preguntó sobre el valor sentimental que Édouard atribuye a su barco, el marinero dotado de una voluntad inquebrantable y de gran sensibilidad, abrió su corazón: «El barco es un objeto inanimado, pero, construido para realizar un proyecto, encarna el alma de quienes están detrás de dicho proyecto. Se acerca mucho a un ser humano, ya que cada elemento a bordo cuenta la historia de por qué está allí, en ese sentido, no es solo una máquina. Al vivir a bordo solo, durante mucho tiempo, acabas estableciendo una relación, hablándole, mimándole y acariciándole, como harías con un gato».
«El nombre de mi barco, SolarWind, se inspira en el proyecto en sí, arraigado en el deseo de llevar a cabo una aventura respetuosa con el medio ambiente, con cada detalle concebido siguiendo esta filosofía. Mi barco anterior se llamaba ‘Carabistouille’, un término utilizado en Bélgica para las travesuras de los niños. Surgió de la idea de hacer un viaje en familia con nuestros hijos (que tenían 1 año y medio y 4 años y medio). Todos me decían, ‘¡Pero estás loco!’ Nuestras largaras travesías alrededor del mundo con la familia eran una especie de ‘carabistouille’, una expedición loca, y por eso me encanta este nombre que nos recuerda a aventuras un poco locas pero que, al final, te enseñan cómo vivir; y son los recuerdos más bellos que tenemos en la vida.»
Es con una determinación serena y una visión clara que el patrón belga se prepara para su gran viaje. «Voy para ganar la aventura, no la regata», declara Édouard. A bordo de SolarWind, será uno de los primeros competidores del GSC en dejar A Coruña, lanzándose a esta gran aventura para realizar este magnífico sueño. La salida está programada para el 16 de septiembre, una fecha que marca el inicio del viaje, no solo para Édouard sino también para todos aquellos que seguirán su navegación con pasión y admiración. Una aventura humana y ecológica, donde el viaje en sí promete ser la victoria más hermosa.