Mujeres que marcaron la historia de la navegación

Florence Arthaud

Quizá no sea muy común ver mujeres que aceptan –o tienen oportunidad de aceptar- retos como el desafío que supone una vuelta al mundo en solitario, pero cada vez son más las que siguen los pasos de algunas valientes que rompieron todo tipo de barreras.

La historia de la vela oceánica es un cúmulo de grandes regatistas que por una razón u otra han tenido un papel que ha escrito muchas páginas de noticias, pero llama poderosamente la atención la ausencia de deportistas femeninas que se embarcan en esta gran aventura y, en la mayoría de los casos, su falta de visibilidad.

No hace falta rebuscar mucho para encontrar a muchas deportistas que han marcado un antes y un después en la vela oceánica, y es sobre todo Reino Unido y Francia donde la mayoría de las primeras regatistas hicieron nacer sus proyectos y aventuras.

Si buscamos las causas del ínfimo número de mujeres, en comparación a los hombres, que se han aventurado al desafío de enfrentarse a los océanos son claras varias y entre ellas está el hecho de que la mar era hace tiempo un reducto exclusivo de hombres. La primera mujer que realizó una primera circunnavegación del planeta fue la francesa Jeanne Baret en 1767 aunque, en su caso, embarcó disfrazada de hombre para poder formar parte de la tripulación.

Ella fue la primera o una de las pioneras, pero con el paso del tiempo las mujeres fueron pidiendo su hueco pese a la falta de confianza de armadores, patrocinadores, organizadores de regatas y algunos compañeros de travesías oceánicas.

Entre ellas destacaron grandes heroínas, mujeres fuertes, grandes navegantes que dejaron huella en el mundo de la navegación en el siglo XX y a la comunidad oceánica con la boca abierta, como la neozelandesa Naomi James, la primera mujer en dar la vuelta al mundo en solitario.

Pero si buscamos a dos grandes heroínas con letras mayúsculas tendríamos que hablar de Isabelle Autissier y Florence Arthaud, dos grandes navegantes de altura, dos perfiles de “corta y rasga”.

La francesa Autissier fue símbolo de una generación al ser la primera mujer en completar la vuelta al mundo en regata y solitario (BOC Challenge 1990-1991), y más tarde la mítica Vendée Globe. Autissier hizo célebre una frase al finalizar la regata y al ser preguntada cómo lo había conseguido: “Sólo ignoré los límites de género.

Otra grande de la vela oceánica y que abrió paso a muchas otras mujeres en la navegación oceánica y en solitario fue Florence Arthaud, “la novia del Atlántico”. La rebelde, descarada, talentosa y jovencísima francesa consiguió en una sola temporada batir el récord del Atlántico y ganar una de las grandes regatas oceánicas: la Route du Rhum, haciéndose su hueco entre los grandes nombres de la navegación y pidiendo paso sin dudar.

La presencia femenina creció tras estas dos grandes, y algunas otras, y dio paso a una pequeña y tímida inglesa llamada Ellen MacArthur que igualó el éxito de Arthaud en la Route du Rhum, superando todos los registros femeninos al quedar segunda en la regata que probablemente sea la más dura del mundo, la Vendée Globe. La hazaña de la pequeña inglesa no pasó desapercibida e incluso los grandes mitos de la vela oceánica se rindieron a sus pies. «En la mar no hay hombres ni mujeres, solo hay competidores», declaró el gran Desjoyeaux en honor a MacArthur y en contra de aquellos que no habían apostado por las mujeres como deportistas oceánicas.

El desarrollo de la carrera de MacArthur fue determinante para que muchas otras mujeres dieran el gran paso. En España la referente en vela oceánica fue Anna Corbella, la pionera en la navegación oceánica en solitario y destacada en una regata tan dura como es la Mini-Transat aunque no fue hasta principios del siglo XXI cuando inscribiría su nombre como la primera mujer española en completar una vuelta al mundo, en esta caso a dos, junto a la inglesa Dee Caffari. La catalana cruzó la línea de llegada con un alegato: «En la vela oceánica ganas o te ganan, es la experiencia y el saber hacer lo que cuenta, el sexo no es determinante.»

Si hablamos de vela oceánica no en solitario sino con tripulación hay un nombre que se escribe con mayúsculas, por su tesón, perseverancia, éxito y dureza. Es el caso de la inglesa Tracy Edwards, primera patrona de una tripulación completamente femenina en una regata vuelta al mundo, con escalas y tripulación completa. Su proyecto “Maiden” sufrió multitud de reveses ante la falta de confianza de los patrocinadores y rivales, si bien su perseverancia la llevó a ganar dos etapas de la vuelta al mundo en su categoría.

Tras este detalle de algunas de las mejores regatistas oceánicas mundiales hay muchas más mujeres que, gracias a las pioneras que rompieron el “techo de cristal” que se cernía y la soberanía masculina en los océanos, dejaron clara su pasión por la mar, sus ganas de afrontar retos, su superación personal y su gran sueño: la vela oceánica en solitario.

La Global Solo Challenge no es ajena al fomento de la mujer en la vela oceánica en solitario. Su formato, bajo presupuesto necesario en comparación de otras grandes pruebas y su espíritu, cuenta con varias candidatas. La francesa Maxine Noury partirá como referente femenino en esta vuelta al mundo que será su bautismo en una regata de esta envergadura, pese a que lleva navegadas más de 22.000 millas náuticas. “La Global Solo Challenge será mi primera regata alrededor del mundo en solitario y definitivamente no será la única. ¡Hay demasiadas latitudes para explorar!”, nada puede definir mejor el ímpetu que atesora la bretona.

Estas solo son algunas, pero actualmente solo hay que rascar un poco para ver como cada vez son más las mujeres que siguen rompiendo barreras y embarcándose en la navegación oceánica en solitario.